Lic. Elizabeth Stump

pensamientos, reflexiones y vivencias.

lunes, 12 de julio de 2010

Complejo de inferioridad

La sociedad en la que vivimos nos marca permanentemente objetivos, metas y valores que parece obligatorio cumplir para estar dentro del reconocimiento y la aceptación. Este condicionamiento presenta varios problemas, y uno de ellos es la anulación de la individualidad y la diferencia como forma saludable de vida. Nos muestran un estereotipo de personalidad tan estructurado y “perfecto”, que parece inalcanzable y confunde el significado de las emociones, sentimientos y valores, negándonos la posibilidad de elegir y sentir con libertad. Aquí no esta admitido el término debilidad, ni necesidad, ya que el ideal es de fortaleza y autosuficiencia, y todo lo que queda por fuera de esto se considera inferior. Cuando las personas, generalmente por falta de seguridad en si mismas, aceptan estos mandatos sociales, tratando de ser como se supone que deben ser, se genera el complejo de inferioridad. Es aquí, entonces, donde suelo pedirles que se tomen un tiempo para reflexionar, ya que es muy importante saber si el sentimiento de inferioridad es propio, es decir, una sensación interna frente a los demás, o es algo generado desde el afuera. Y esta es una diferencia fundamental para superar el complejo. Pensemos en una situación bastante habitual: un grupo de amigos que se conocen desde la infancia, que hicieron planes y fantasearon con lo que querían ser cuando fueran grandes y llegados a la edad adulta, cada uno eligió un camino diferente, uno es ejecutivo, otro médico, otro músico y otro funcionario, si cada uno siente que es lo que eligió ser, y está cómodo, no hay problema, pero supongamos que uno de ellos al escuchar a su amigo hablar de “sus triunfos”, empieza a sentirse incomodo con su lugar, o desconforme con su trabajo, y lo ve como al exitoso. Aquí se ponen dos situaciones en juego, la del que se siente superior a fuerza de hacer sentir inferior al otro, y el que se siente inferior frente a la supuesta superioridad del otro. Trabajemos con el que se siente inferior, a medida que su incomodidad aumenta, su cuerpo también comienza a expresarse, se tensa, sus rasgos se endurecen y la respiración cambia tornándose pesada e irregular. Todo esto, de verdad, no merece la pena, yo propongo aprender a escuchar a los otros manteniendo la distancia que nos separa de él, sabiendo que solo nosotros mismos sabemos que queremos y que necesitamos, y que lo que es bueno para mi, quizás no lo sea para él otro. Escuchemos sin juzgar y sin juzgarnos, y el complejo de inferioridad desaparecerá.

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