Lic. Elizabeth Stump

pensamientos, reflexiones y vivencias.

lunes, 22 de febrero de 2010

Fibromialgía.

Durante décadas, las mujeres asumimos el rol de “cuidadoras” del hogar, de la familia, de los hijos. En este tiempo de crecimiento y de independencia femenina, intentando buscar la igualdad con el género masculino, nos hemos ido olvidando de nosotras, para ocuparnos de hacer rendir el tiempo cada vez más, ya no basta con tener la casa en orden, hay que salir fuera a trabajar y rendir el doble que un hombre para obtener reconocimiento, que se supone nos hará sentir realizadas, hay que educar a nuestros hijos adecuadamente, estar pendientes de la alimentación, tiene que ser variada, incluir frutas, verduras y pescado, alimentos que por supuesto no les gustan, y “debemos” hacer malabares para lograr disfrazarlos y que los coman.Todo esto no lleva a invertir muchísima energía y alcanzar un nivel de agotamiento, muchas veces extremo. El problema surge realmente, cuando ese agotamiento no es solo por el exceso de trabajo, sino porque una enfermedad llamada fibromialgia, diagnosticada desde hace muy poco tiempo, nos hace parar el ritmo y replantearnos las tareas cotidianas. Frente a casi cualquier tipo de enfermedad, las mujeres tenemos el coraje de asumirla y hacerle frente, pero con ésta pasa algo muy particular, como no es solo de orden físico, sino también emocional, existe un nivel altísimo de negación, aparece la necesidad de confirmar más de una vez el diagnóstico, de acudir al traumatólogo, al reumatólogo, al neurólogo con la expectativa de que sea “otra cosa”. Resulta intolerable padecer algo que supuestamente nos limita y que encima, no se puede “ver”, hay mucho dolor y sufrimiento que solo quien lo pasa sabe lo que significa, pero la sociedad no está preparada para este tipo de enfermedades, y generalmente son tratadas como pacientes “histéricas”, que no tienen nada pero “les gusta” quejarse. Por supuesto que esto complica más la aceptación de quienes la padecen, porque se sienten juzgadas todo el tiempo por su entorno. Necesitan aprender a delegar, a decir no puedo, a optimizar la energías y el rendimiento físico, pero, sobre todo, necesitan aprender a dedicarse tiempo y pensar en ellas, y no en lo que se espera de ellas. Es necesario asumir que SI es una enfermedad, y que también es cierto que la influencia emocional es importante a la hora de sufrir una crisis, lo que para nada significa que sea una enfermedad solo emocional, por eso es tan importante aprender a darse tiempo, a conocerse y bajar ese ritmo descontrolado en el que han entrado. Poder hablar con la pareja, con los hijo, con la familia, es fundamental, ya que generalmente, están esperando que el otro “adivine” en que momento necesitan ayuda o ya no pueden continuar, y, al no decirlo, terminan enfadadas por sentirse incomprendidas o no valoradas, pero lo cierto es que nadie puede adivinarnos, y necesitan que les digamos que necesitamos y como pueden ayudarnos. Asumir esta enfermedad implica romper con muchos de los cánones establecidos, y darnos la oportunidad de descubrir como podemos hacer todo lo que queremos y no como “debemos” hacerlo, hay dos caminos para optar, o sentirse limitada y por lo tanto frustrada y fracasada, o entender el limite como el punto de partida para aprender como lograr lo que deseo, sabiendo que seguramente no será de la manera convencional.

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